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Foto del escritorRoberto J. Gallardo N.

Libertad de Expresión y Redes Sociales

Actualizado: 28 jul 2020

La libertad de expresión es un derecho complejo, porque aun cuando se garantice legalmente, también puede ser limitada de múltiples maneras en la práctica cotidiana.


No deja de ser paradójico que sea en las redes sociales, una vez celebradas como una promesa para la libertad de expresión, donde se concrete la amenaza contemporánea más importante a ese derecho básico, del que el político estadounidense Daniel Webster alguna vez dijera “si tuviera que renunciar a todos los derechos menos uno, me quedaría con la libertad de expresión, porque desde esta podría recuperar todos los demás”.


Sobre este tema reflexiona el periodista español Juan Soto Ivars en su libro “Arden las redes: la postcensura y el nuevo mundo virtual”. La tesis principal de libro es que en las redes sociales ha aparecido una nueva forma de censura, una que se diferencia de la censura clásica en tanto no depende de un poder centralizado para su imposición, sino que se origina en la acción cotidiana de grupos formados alrededor de coyunturas específicas, y que se apoya en gente “sin más compromiso que la necesidad de que el grupo les dé la razón”. Estos grupos, junto a “un nuevo tipo de prensa sensacionalista (que) promociona y legitima estos sentimientos exacerbados”, nos han sumido en una “guerra intransigente de puntos de vista”, en la que el “debate racional es prácticamente imposible”.

En este entorno, la postcensura se presenta como un fenómeno de “silenciamiento”, en el que las personas limitan su libertad de expresión ante el temor al linchamiento digital. Así ciertas ideas desaparecen del debate público, cosa que es celebrada por grupos que tienen una concepción restringida de la libertad de expresión. Y no se trata de una situación sutil: hay grupos que exigen, a nombre de una causa, de una visión o simplemente desde su disenso, el recorte de la libertad de expresión. Y lo hacen, frecuentemente, en nombre de una moralidad que se presenta como progresista, pero que en realidad es profundamente autoritaria.

Y no solo se trata de las ideas, sino de los momentos en los que se puede o no expresar esas ideas. Cuestionamientos o incluso dudas válidas sobre la actuación de las autoridades en tiempos de emergencia, resultaron en una reacción propia de una sociedad que no soporta la libertad de expresión, o peor aún, que simula soportarla, pero que en la práctica cuestiona. Uno entonces podría preguntarse, ¿se ha llegado demasiado lejos con la libertad de expresión? ¿Es este un valor que debe respetarse en cualquier momento? ¿O hay circunstancias en las que el derecho queda supeditado a consideraciones coyunturales?



La respuesta, citada por Ivars Soto en su libro, viene del Comité de Derechos Humanos de la ONU: ""el derecho a la libertad de expresión no solo se aplica a las informaciones e ideas generalmente consideradas útiles o correctas", sino que incluye expresiones controvertidas, chocantes e incluso falsas: “El mero hecho de que una idea sea desagradable o sea considerada incorrecta no justifica su censura"". Agregaría, además, en línea con lo que manifiesta el Comité, que no existe un momento idóneo para el ejercicio de la libertad de expresión; este no se debe limitar a la existencia de condiciones particulares o coyunturales específicas.

Así pues, tanto la censura clásica como la postcensura se presenta en “el choque que se produce cuando el individuo libre quiere expresar una idea y la comunidad quiere impedírselo. No son simplemente herramientas de poder, “sino la consecuencia de que un individuo o un grupo se arrogue el derecho de silenciar a otros individuos o grupos”. Esto es a todas luces inaceptable.

Si queremos un sistema democrático en el que el derecho de libertad de expresión sea efectivo, nos dice el abogado y profesor estadounidense Cass Sunstein, “las personas deben ser expuestas a materiales que no hayan escogido. Encuentros no anticipados ni planeados con ideas diferentes son centrales para la democracia en sí misma. Esos encuentros deben incluir puntos de vista que la gente no haya buscado y que incluso encuentre molestos, pero que podrían pese a todo cambiar sus propias visiones. Estos son importantes para combatir la fragmentación, la polarización y el extremismo, que son resultados predecibles cuando solo se habla con la gente que piensa parecido a uno”.


La forma más eficaz de combatir la postcensura, y resistir el avance del autoritarismo en las redes sociales, y eventualmente en la sociedad misma, es no renunciar nunca a nuestro derecho a expresar una idea en el momento en que lo consideremos pertinente. Si comenzamos a ceder ante los grupos que pretenden limitar no solo la expresión de esas ideas, sino además los momentos en las que pueden expresarse, estaremos comenzando a resignar  ese derecho que, como dijo Webster, es el que nos permitiría recobrar todos los que podamos perder. No lo permitamos.

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