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  • Foto del escritorRoberto J. Gallardo N.

¿Nos llegó la hora?

De la amenaza del populismo no está exento ningún país. Una larga tradición democrática ha probado no ser suficiente para desestimar el discurso mesiánico. Porque si la promesa democrática no se ha concretado para sectores amplios de la población, habrá tierra fértil para el populista. ¿Le habrá llegado la hora a Costa Rica?

Para poner las cosas en un contexto correcto, Rodrigo Chaves no pasa a segunda ronda en virtud de un discurso que le permitiera construir una mayoría. Lo hace sobre los hombros de una emoción que ha estado presente en las últimas elecciones, y que la logrado galvanizar con una retórica agresiva en contra de los excesos del sector público costarricense y de la política "tradicional". Es la misma emoción que disparó temporalmente en las encuestas a Otto Guevara en las elecciones del 2010, a Villalta en el 2014 y Juan Diego Castro en el 2018, antes que la naturaleza mesurada del elector costarricense se impusiera, a la hora de emitir el voto. Pero esa emoción, una combinación de escepticismo y desánimo, de frustración y enojo, ha estado ahí, persistente, y... ¿creciente?.

¿De dónde sale este electorado desilusionado y molesto? Para nadie es un secreto que existen disparidades enormes en los niveles de bienestar en Costa Rica. Cualquier indicador que se examine, ya sea económico o social, educativo o de salud, mostrará una brecha evidente entre la zona rural y el centro del país. El Índice de Pobreza Multidimensional, por ejemplo, que mide de mejor manera el impacto de la acción de las instituciones públicas en el nivel de vida de la gente, muestra que un 25,5% de las familias en zona rural vive en pobreza; en comparación, un 12,7% -la mitad-, vive en la misma condición en la zona urbana. Igual pasa con otros indicadores relevantes, como el ingreso per cápita de los hogares, que en la región Central es dos veces mayor al de la región Huetar Norte. Y así con otros indicadores relevantes.


Pero, ¿no es eso es algo que hemos sabido desde hace mucho tiempo?. Efectivamente así es. El problema, precisamente, es que esto es así desde hace mucho tiempo. En esas zonas del país, la acción del Estado es, en el mejor de los casos, tenue. ¿Qué apego a la institucionalidad democrática puede generarse en esta condiciones? ¿Cómo esperar que la población de estas regiones no sienta, como le dijo una vecina de Barranca de Puntarenas a un periodista, que "el gobierno acaba en Cambronero"? El sentido de abandono de esta gente es un hecho real, y su desconfianza y frustración, una consecuencia lógica.

Sin embargo, este no es, como aparentemente nos ha parecido cómodo creer en el Valle Central, un tema exclusivo de "las costas". Chaves obtuvo una votación bastante consistente en los cantones de la región central. Y esto se explica porque en la región urbana hay un sector del electorado en sintonía con ese malestar de sus compatriotas de la zona rural. Por razones diferentes, pero, para efectos prácticos, con los mismos resultados en términos de su visión de la política y lo público.


Desde el 2018, cuando se inició el debate de proyectos fundamentales como la reforma fiscal, la ley de regulación de huelgas y la ley de empleo público, el país ha venido descubriendo la gran cantidad de excesos y privilegios existentes en el sector público, los que -todavía mas grotescos en medio de una pandemia que arrasó con miles de empleos-, generan una gran malestar y rechazo en la población. Y durante todo este tiempo, un día sí y otro también, se revelaban convenciones colectivas y regímenes salariales llenos de gollerías. Todo esto es una bofetada para una ciudadanía que ve el menoscabo paulatino de los servicios públicos, servicios por los que además tiene que pagar aun más desde el 2018..

Y, mientras estos grupos se comen las consecuencias económicas de la crisis en la región central, y en la zona rural los problemas básicos siguen sin resolverse, las élites intelectuales urbanas, con una incidencia desproporcionada en la definición de las políticas públicas, se centran en la discusión de temas no económicos, temas que además frecuentemente generan polémicas con poblaciones que tiene visiones culturales divergentes. No puede uno imaginarse la sensación de abandono que sentirá una familia en condición de pobreza en Laurel de Corredores, al ver a la clase política y a los formadores de opinión, enzarzados en un ardoroso debate sobre temas radicalmente alejados de su realidad cotidiana.


Hasta este proceso, este grupo heterogéneo de disconformes, aunque cohesionado por sentimientos similares, no había tenido incidencia en el resultado electoral. Pero en el 2022, la fragmentación política, y la aparición de una figura nueva que adoptó una retórica agresiva que recoge ese malestar, contribuyeron para que con apenas un 16% de la votación se pudiera pasar a segunda ronda. Se trata de un hecho fortuito, no de una marejada de malestar ciudadano que ahogara a todas las opciones "tradicionales". Pero eso no significa que no haya que ponerle atención.

Concretar esta amenaza populista es lo que el país debería haber evitado. Pero la confluencia de todas las circunstancias que hemos mencionado, nos pone en la encrucijada de enfrentarla. No será fácil, entre otras razones porque frente al discurso emocional e indignado, la respuesta racional no siempre es efectiva. Y porque frente a la figura del político redentor recién llegado, el político tradicional no siempre es una alternativa atractiva para el resto del electorado. Por eso esta segunda ronda puede derivar en un resultado que parecería inconsecuente con la tradición moderada del ejercicio ciudadano costarricense, resultado sin embargo que no sería para nada sorpresivo si se observan los antecedentes históricos recientes, y se valoran las opciones a la luz de ese malestar que, en su forma mas militante, parece haberse alineado con Chaves, Porque, no nos engañemos, ese malestar no se circunscribe a ese 16% que votó por Chaves; otra buena parte del electorado es igualmente crítico de lo público, desde otras perspectivas tal vez mas mesuradas, pero no por eso menos determinantes en la definición de su preferencia electoral.


En este contexto, la pregunta es si una figura representativa de esa política tradicional que la gente parece rechazar, con cuestionamientos, ciertos o no, sobre su honestidad, y con un numero muy alto de opiniones negativas, podrá presentar un caso creíble en contra del discurso disruptivo de Chaves. ¿Cómo defender la institucionalidad democrática sin parecer un adalid del status quo?. ¿Cómo convencer a la ciudadanía, que no todo cambio es bueno, que hay cambios que son saltos al vacío?.


El tres de abril veremos si finalmente le llegó la hora del populismo a Costa Rica.










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